Transición y acceso al poder político de las mujeres latinoamericanas
"Eres ciudadana de segunda clase, sin privilegios y sin honor
Porque yo doy la plata estas forzada. A rendirme honores y seguir mi humor"
Los Prisioneros, Jorge González, 1990.
En este artículo ahondaremos en la problemática de género y acceso al poder político durante la transición en América latina, incorporando también el actual período que estamos viviendo.
Para empezar, es necesario entender que el periodo a analizar es uno que está marcado por el comienzo de muchos procesos históricos con respecto a los roles de género, por lo cual, en muchos casos, el acceso al poder de la mujeres durante estos periodos se verá coartado por la visión errada de que la esfera y mundo público es aquel de los hombres, y como afirma la historiadora Joana Maria Pedro en una entrevista: “(...) no es fácil hacer feminismo en dictadura”
El acceso al poder y la participación política y ciudadana de las mujeres en la sociedad latinoamericana desde siempre ha sido una constante lucha. El sufragio femenino que tuvo su triunfo alrededor de los años 30 y 40 en la región, tuvo un efecto contrario a fortalecer el movimiento, lo desarticula durante casi dos décadas (entre los años 50 y 60), creando una falsa integración de la población femenina, tanto en partidos políticos como en movimientos sociales donde se crean secciones especiales para mujeres y son segregadas de decisiones importantes.
La mujer en el espacio privado, en roles tradicionales de acuerdo a su “naturaleza” biológica, es algo que ha sido aceptado históricamente, por lo mismo llama la atención que durante las dictaduras las mujeres se van a organizar y tomar un papel más protagónico en la oposición a las dictaduras militares, tanto en las protestas como en las organizaciones de derechos humanos. A partir de los 80 las mujeres logran tener presencia en el escenario político y social, no con una demanda de género, sino con una demanda de verdad y justicia ante las desapariciones, torturas y secuestros de personas. Mientras, ocurría una transición hacia la democracia donde cobraba vigencia y urgencia la defensa y promoción de los derechos humanos, que en todas las dictaduras del cono sur habían sido sistemáticamente violados, muchos grupos mayormente femeninos, se alzaban como la voz de denuncia de lo ocurrido en dictadura.
Como propone la feminista uruguaya Lilian Celiberti “Venimos de un feminismo nacido de la resistencia al terrorismo de Estado, al autoritarismo y a la vejación del cuerpo en la tortura y la cárcel. Un feminismo que tenía escasos conocimientos teóricos pero mucha rebeldía antiautoritaria y que asumió la escritura de un texto con borrones, con tachaduras, con diferentes letras, con subrayados contradictorios, pero irreverente y autónomo”.
Las transiciones democráticas en los países del cono sur coinciden con un resurgir del movimiento feminista y un crecimiento en las organizaciones de mujeres, fue un movimiento de resistencia frente a la dictaduras y al terrorismo de Estado. Que visibilizó con una perspectiva de género las violaciones a los DDHH de las dictaduras latinoamericanas. Esto ofreció la oportunidad de vincular el autoritarismo militar y el autoritarismo en la familia.
Las mujeres que sufrían y eran víctimas directas de torturas aparte de sufrir violencia física, también sufrieron tortura sexual, es imposible expresar el horror, sufrimiento y la violencia a través de palabras, es por eso que el cuerpo de las mujeres también son testimonios y testigos de estos abusos y toda la violencia de género que sufrieron las víctimas por parte del Estado.
El creciente protagonismo de organizaciones locales de mujeres urbanas pobres, y la llegada de nuevas ideas desde el extranjero gracias al regreso de exiliadas hacen surgir al feminismo como un esfuerzo por redefinir los términos del escenario político.
Chile: ¿Un oasis para todas?
"Ellos gobernaron el pasado, la rutina, la energía. No gobernarán el futuro (No, no, no). Ellos gobernaron el
pasado, la rutina, la energía. No gobernarán el futuro, no. No gobernarán el presente, el futuro. Millones,
millones, millones. Millones, millones. Millones de alma en su cuenta. Millones de represa en la tierra."
Camila Moreno, Millones.
Frente a la abundante cantidad de muertos, desaparecidos y torturados de la dictadura militar, el tejido social opositor al régimen se ve obligado a dejar de lado la lucha clandestina y a comenzar una recomposición del movimiento. Bajo ese contexto, las mujeres comenzaron a jugar el rol de unificadoras de los sectores medios y populares.
Tal y como lo dice la historiadora Catherine Valenzuela en una entrevista: ̈ Previo al golpe de Estado sí existía una participación de la mujer. El tema fue, la dictadura, que vino a silenciar el rol conseguido por la mujer ̈. A pesar, de que con la transición se esperaba que esta situación cambiara, Catherine Valenzuela afirma que: ¨La necesidad de salir de la dictadura fue tan grande que nadie se preocupó de las minorías¨, por lo que era evidente que al desarrollar una transición totalmente pactada entre militares y élites políticas, las mujeres como grupo minoritario, no iban a tener la oportunidad de hacerse parte del proceso político.
Desde 1999, todos los países latinoamericanos, que se encontraban en procesos transicionales, comienzan a firmar el Protocolo Facultativo de la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación en contra de la mujer, con el fin de eliminar obstáculos relacionados a las emergentes candidaturas femeninas. En el caso de Chile, fue Michelle Bachelet la encargada de firmar por primera vez el acuerdo, recién el año 2006 durante su primer gobierno, dando inicio a una política centrada en la paridad e inclusión. Sin embargo, los gobiernos siguientes al de la actual comisionada de la ONU, hicieron caso omiso a las peticiones y no rectificaron la afiliación a dicha convención, por lo que hasta el día de hoy Chile no ha tomado riendas en el asunto frente a la desigualdad de acceso al poder.
Otro ejemplo de la atrasada gestión que tiene Chile frente a la equidad de género, es tal y como lo dice María José Cumplido en una entrevista: ¨El tema del divorcio, recién se aprobó en los dosmiles y el divorcio era un problema más para las mujeres, por lo que implicaba el matrimonio en términos de dependencia económica al marido¨. El fragmento antes presentado, da cuenta de que el Estado y los distintos gobiernos post-dictadura en Chile no han estado enfocados en políticas públicas con mirada de género, en general la respuesta ha sido o tardía o re-activa ante situaciones urgentes.
Para finalizar, es relevante considerar la siguiente cita de Mary Beard: ¨Las mujeres todavía son percibidas como elementos ajenos al poder. Podemos desear sinceramente que accedan a él o podemos, por vías a menudo inconscientes, tacharlas de intrusa cuando lo consiguen.” (60). Lamentablemente, el contexto chileno no se aleja demasiado a lo dicho por la académica inglesa, puesto que incluso Michelle Bachelet ha tenido que justificar sus formas de gobernar a lo largo de la historia, solo por el hecho de mujer.
Respondiendo a la pregunta del inicio, es evidente que Chile no es un ejemplo de paridad de género, no solo por el hecho de que los cargos ¨de poder¨ siguen siendo masculinos, sino que también porque el universo cultural hace muy complejo el acceso de las mujeres al poder político.
Concluimos, que es esencial para lograr una democracia plena y post-transicional una construcción de una nueva política, que incorpore la participación de todas y todos, puesto que tal y como dice Oscar Contardo en una entrevista: ¨Hasta hace muy poco que una política mujer se reconociera feminista y lo dijera era un handycap en el mundo político, era algo mal visto era una palabra mala y claro nada de esto ninguna de estas demandas tenía una posibilidad de ser encauzada por el sistema político actual¨.
Brasil: O bêbado e a equilibrista
Por otro lado, en el caso de Brasil, el desarrollo del acceso al poder por parte de la población femenina en el contexto de una dictadura que poco a poco se estaba acercando a una democracia, comenzará a organizarse en distintos grupos y movimientos los cuales serán parte del esfuerzo para poder acabar finalmente con la dictadura.
Después de que asume el general Ernesto Geisel, quien prometió una transición a la democracia, comenzó un proceso de educación política por parte de las mujeres de las clases populares, donde se comenzaron a organizar al igual que los grupos de la clase alta, esto ocurrió en el campo y en la ciudad: mujeres obreras, campesinas y pesqueras se comienzan a organizar en sindicatos y otro tipo de agrupaciones.
Durante el desarrollo de este proceso, estos grupos se dividen entre aquellas que apoyaban el régimen y las que se encontraban en contra, quienes encontraron apoyo en los partidos de izquierda, tuvieron que aceptar ser relegadas, al ver que el feminismo estaba tomando causas separatistas como en los países de primer mundo, se comenzó la gestación de un feminismo más “bueno para Brasil”, lo que significó generalizar las demandas, para hacerlas cercanas a las luchas sociales amplias, repitiendo el patrón de pensamiento que viene presente desde la Odisea, como plantea Mary Beard en el libro Mujeres y poder: “Esta historia antigua, sigue siendo historia presente al identificar la gran inequidad de género que se mantiene en la esfera pública política para la mujer. Tenemos acá que ya (…) en las primeras evidencias escritas de la cultura occidental las voces de las mujeres son acalladas en la esfera pública.”
A pesar de la resistencia de los partidos de izquierda tradicionales, el feminismo logró consolidarse como movimiento contra la dictadura en casi su totalidad gracias a que nacieron incluso más grupos y organizaciones de mujeres con diferentes demandas, pero todas en contra del régimen, lo cual a su vez provocó una mayor movilización en favor a la oposición.
Finalmente después de las elecciones de 1985, donde Tancredo Neves es electo presidente, se nos presenta una realidad muy distinta a aquella vivida durante la transición, ya que el acceso que las mujeres estaban deseando, no se vió realizado sino que la esfera pública volvió a ser de los hombres, y esto se mantiene hasta el día de hoy en Brasil, cabe destacar lo que dice Joana Maria Pedro: “(...)al final de cuentas somos el 50%, y en Brasil, somos el 51%, 52%, de la población, y cerca de 15 o 16% en cargos electivos, esto no tiene sentido”
La política no logró cambiar, el esfuerzo realizado en la transición no se vio recompensando como muchas de estas asociaciones y grupos esperaban, e incluso aquello que se esperaba ser reflejado en la constitución de 1988, no llegó al punto que ellas tenían como objetivo, por último, sus demandas fueron tan transformadas por los partidos, que ya no había mujeres, solo quedo aquello que era “bueno para Brasil”.
Argentina: Las madres del amor
Enarbolando dignidad. Sobre pueblos vencidos, abriéndose caminos entre sueño y horror,
van pariendo mucha más vida de la que se truncó. Por siempre joven nos mira la foto de ayer y hoy.
León Gieco. Las madres del amor.
En Argentina, las organizaciones de mujeres son las protagonistas indiscutibles en la visibilización de las violaciones a los derechos humanos, y por ende, claves en la transición política y retorno de la democracia, mujeres que nunca habían participado políticamente, desde su rol tradicional de amas de casa y con una devoción cristiana irrumpen en el escenario político para protestar contra la desaparición de esposos e hijos, es así como nacen Las Madres de la Plaza de Mayo y Las Abuelas de la Plaza de mayo, que simbolizan la indignación de toda la sociedad civil ante los regímenes cívico-militares de toda la región, que durante muchos años guardó silencio por temor y una falta de organización, sirviendo de inspiración para las mujeres de toda américa latina.
El 30 de abril de 1977, bajo la orden de circular de las fuerzas policiales, por la prohibición a reunirse en Estado de sitio, catorce mujeres dieron la primera vuelta a la pirámide de la Plaza de Mayo para exigir la aparición de sus hijos e hijas, entre algunas de estas mujeres se encontraba Azucena Villaflor, Mirta Baravalle, Josefina Noia, y Berta Braverman. Es así como las mujeres empiezan a organizarse y manifestarse para denunciar las violaciones a los derechos humanos y dar con el paradero de los y las desaparecidos/as.
Las Madres desarrollaron un discurso muy poderoso centrado más en la vida que en la política, y es esta la principal razón por la cual no se les cuestiona, tal como dice la canción de L. Gieco, puesta al inicio de este apartado; amor sobre cualquier ideología, siendo esta premisa la base de su accionar. Ni los partidos ni la represión podían con ellas, como dice Fernando Ramírez, en una entrevista: “ (...) pero el movimiento se llama “Las madres de plaza de mayo”, y también porque una condición de posibilidad de ese movimiento fue justamente que fuera encarado por mujeres, esta interpretación establece que la dictadura las subestimó por ser mujeres, de ser así gravísimo error, punto para la libertad.”
Al romper esta brecha entre lo privado y público, de manera teórica se rompe la barrera que impide a las mujeres participar del debate político, puesto que las mujeres históricamente se les ha relegado el papel de la maternidad, de la familia, del cuidado, la sexualidad, es decir funciones sociales dentro de la vida privada, y al ser de carácter privado no son consideradas dentro de la vida pública.
Con la vuelta a la democracia Las Madres se mantienen como una organización icono de la defensa de los derechos humanos en Argentina, por lo cual se mantendrán entre las más respetadas de fines de la dictadura y del proceso de transición siendo protagonistas en las denuncias de violaciones de derechos humanos realizadas durante el régimen militar, pero esto, no significó que aumentara el acceso al poder para las mujeres, la inequidad se mantuvo, porque se les seguía viendo en calidad de madres y abuelas, sobre su rol como mujeres y acceso al poder, siendo como aquello que plantea Mary Beard: “(...) mi premisa fundamental es que nuestro modelo cultural y mental de persona poderosa sigue siendo irrevocablemente masculino, puesto que si cerramos los ojos y conjuramos la imagen de alguien que ocupa una presidencia o ejerce la docencia, lo que la mayoría ve no es precisamente a una mujer, y eso ocurre incluso si quien imagina es una mujer: El estereotipo cultural es tan fuerte que , aun como fantasía o ensueño, me resulta difícil imaginarme, a mí misma o a alguien como yo, en mi papel.”
Uruguay: El desafío de una democracia con equidad de género
Aunque me maten 7 veces, 8 voy a levantarme, contra viento y marea relámpagos y rayos,
Maria Esther, Tota Quinteros, Madres de plaza de mayo, los tiempos han cambiado escuchen
a los rugir a los vientos vamos a liberarnos aunque truene el escarmiento, por todas las
mujeres de la historia masacrada, mi nombre es latinoamérica y no voy a ser su esclava
Malena Dalessio con Falta y Resto. Cuplé de la violencia machista.
En el caso Uruguayo, las mujeres se encontraban activas en el movimiento social y político en resistencia contra la dictadura. El movimiento de mujeres representado a través de la PLEMUU (Plenario de mujeres de Uruguay) fundado en 1984 incorpora toda la gama de organizaciones de mujeres para coordinar sus actividades contra la dictadura.
Las diferentes organizaciones de mujeres presionaron y formaron parte de la mesa de demandas y propuestas, formando parte de las políticas para la transición democrática, bajo la consigna de “lo privado es político”. La CONAPRO (Concertación nacional programática) incorpora y oficializa la Mesa Mujer el 27 de diciembre de 1984, abordando educación, cultura, medios de comunicación, trabajo, salud, estatus legal y participación política.
Esta participación significó la visibilización de las problemáticas de las mujeres en el escenario público y la agenda política, problemáticas fundadas en torno a las vivencias y experiencias colectivas que sufrían las mujeres. Luego de las elecciones de 1984, los grupos de la concertación se dispersan, sin embargo las mujeres siguen reuniéndose, siendo así un ejemplo para otras organizaciones al lograr incorporar una agenda política feminista.
El 22 de diciembre de 1986 se aprueba la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, que otorga impunidad a todas las personas responsables de violaciones a los DDHH durante la dictadura. Las madres y familiares de DDHH mediante un referéndum quieren anular la ley, 3 mujeres lideraron este proceso Elisa Dellepiane de Michelini, Matilde Rodríguez de Gutiérrez Ruiz y María Esther Gatti de Islas. La votación a esta petición, resultó ser favorable en mantener la ley. Pero, nos muestra la participación de las mujeres en la discusión pública en Uruguay.
Uruguay fue el primer país con sufragio femenino, pero demoró 36 años en tener la primera ministra mujer, Alba Roballo como ministra de educación y cultura, quien también fue presidenta del senado anteriormente.
Tras la dictadura, que había logrado excluir mucho más que antes a las mujeres, en las primeras elecciones al parlamento se genera una situación muy particular: "El hecho de que ninguna mujer fuera electa en las elecciones de 1984 para el parlamento demuestra claramente que los roles de liderazgo ejercidos por las mujeres en los nuevos movimientos sociales durante la dictadura no se tradujeron en roles similares en los partidos políticos restaurados y en las instituciones del gobierno democrático" (Johnson, 2001).
No hubo mujeres en el Congreso pero sí ministras. Se da la paradoja de la alta participación política y social de las mujeres en la transición a la democracia, sin embargo esto no se traducía en acceder al poder político, contando así con una escasa representatividad. “La tasa de participación de las mujeres en la política formal ha ido aumentando de manera constante desde que se aprobó el sufragio femenino. Sin embargo, la paridad en la representación política sigue siendo aún una meta por conquistar.” (Cotidiano Mujer, “Notas para la memoria feminista. Uruguay 1983-1995” (2018) p.74)
En definitiva las mujeres y los movimientos de mujeres tuvieron un papel clave en la vuelta a la democracia en sus respectivos países, sin embargo no se ha reconocido la importancia que han tenido en estas transiciones, el esfuerzo de las mujeres ha quedado invisibilizado y cuando se logran restaurar las democracias, los partidos e instituciones, estos liderazgos femeninos no se tradujeron en cargos dentro de estos. Queda como desafío a futuro tanto para estos países del cono sur como para el mundo un necesario cambio cultural para lograr la equidad de género, un cambio en la mentalidad de nuestra sociedad, si bien es cierto que hoy existe muchísima más conciencia y leyes que van en la misma dirección, existen grupos dentro de la sociedad que siguen alimentando discursos de odio, y discriminación hacia las mujeres. Como plantea la historiadora Mónica Maronna en una entrevista con ella: “Importante recalcar que a veces la ley van por un lado y todavía el cambio cultural va más lento, porque para que el patriarcado en sus expresiones más cruentas y todas en verdad, sean erradicadas se necesita un cambio muy profundo en la cultura y en las mentalidades, porque a veces son en los propios espacios domésticos donde se generan esas divisiones, está muy bien que el desafío lo tomen los legisladores, la justicia, pero también que lo tome el sistema educativo, los trabajadores, las asociaciones, es decir que por todos lados se propague esta necesidad de cambiar esos registros”